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Análisis

China necesita más apoyo fiscal, se destacan los riesgos de deflación

Resulta alentador que la economía china haya cobrado impulso a finales de 2024, pero difícilmente podrá contrarrestar por completo el lastre que representa la inminente guerra comercial, aun cuando la política económica esté preparada para ofrecer más estímulos.

En general, la combinación de los recortes de tipos del Banco Popular de China (PBOC) y la caída de los rendimientos de los bonos han relajado las condiciones financieras hasta un punto no visto desde la respuesta de China a la crisis financiera mundial. Aún falta mucho para llegar a la «bazooka» que se disparó entonces, pero una política más laxa -y la posibilidad de hacer algo más ahora que la maquinaria política está preparada- debería ayudar a compensar gran parte de los daños de otra guerra comercial, aunque será difícil que la economía salga indemne.

El impacto de la guerra comercial es, por supuesto, difícil de calibrar, lo que refleja tanto la incertidumbre sobre su escala como los movimientos políticos a ambos lados del Pacífico. En nuestra mejor estimación, la guerra comercial restará alrededor de un 1% al PIB chino, lo que limitará el crecimiento en 2025 al 4.6% y podría reducir el crecimiento del PIB en 2026 al 4.1%.

En vísperas del Año Nuevo Lunar, los gobiernos locales anunciaron una ronda de vales para el consumo y planes de canje de electrodomésticos, que como mínimo proporcionan un impulso temporal al gasto. También se han recibido noticias de subidas salariales para millones de funcionarios en vísperas de las vacaciones, aunque se han producido fuertes recortes para los empleados del Banco Central de China.

La nación de la deflación

El impacto negativo de la guerra comercial sobre la demanda y la posible reacción política podrían reforzar la dinámica a la baja de la inflación que ya prevalece en China. La cifra de inflación general del IPC promedió un mísero 0.2% en 2024, el segundo año de un IPC tibio.

La publicación de la inflación de diciembre mostró al menos una mejora intermensual de la inflación subyacente, lo que nos llevó a elevar nuestra previsión para 2025 al 0.6% (aún por debajo del consenso). Pero, si estamos en lo cierto, la media móvil de tres años seguiría siendo la más baja desde 2003.

Si las bajas expectativas de inflación se afianzan, tal y como señalan los mercados de renta fija, se corre el riesgo de invertir parte de la reciente relajación de las condiciones financieras a medida que suben los tipos reales. En última instancia, una tasa de inflación tan baja deja a la economía vulnerable a los choques deflacionistas externos y a una política de oferta interna más restrictiva.

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