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Análisis

Hoy no habrá crisis del petróleo, pero se mantendrán los acontecimientos negativos sobre la oferta

Durante las últimas semanas los precios del petróleo han experimentado un incremento de volatilidad debido a la rápida evolución de la situación en Oriente Medio. Esto ha recordado a los inversores que es probable que los bancos centrales tengan que hacer frente todavía a presiones inflacionistas. Aun así, la economía global parece bien posicionada para hacer frente a interrupciones negativas de la oferta y, por el momento, es improbable que los precios del petróleo suban con fuerza. Sin embargo, es indudable que la frecuencia de perturbaciones negativas de oferta está incrementando. Los bancos centrales tendrán que hacer frente a presiones inflacionistas estructuralmente más elevadas y a un entorno macroeconómico más incierto que en décadas anteriores.

La rápida escalada de la tensión en Oriente Medio provocó una subida de los precios del crudo de más del 10% a principios de mes, la mayor subida semanal en casi dos años. Los precios han bajado en los últimos días, sin embargo, parece que el gobierno israelí planea limitar el esperado contraataque a Irán a objetivos militares en lugar de a su sector energético o instalaciones nucleares (Gráfico 1). A pesar de esto, la situación sobre el terreno sigue siendo inestable y persiste la preocupación por una escalada y la posibilidad de un conflicto más amplio. La guerra en la región, junto con otras recientes perturbaciones de oferta, como los huracanes en EE.UU., ha recordado a los inversores que los bancos centrales pueden seguir teniendo que hacer frente a la inflación.

Gráfico 1: el precio del petróleo se ve afectado por los cambios en la percepción de los riesgos geopolíticos en Oriente Medio


¿Podría el conflicto en Oriente Medio escalar hasta tal punto que los precios del petróleo se disparen, obligando a los bancos centrales a aplazar su ciclo de recortes de tipos o incluso a subirlos de nuevo? Creemos que es poco probable. No porque las tensiones no puedan intensificarse más, sino porque tendrían que alinearse múltiples factores para que los precios del petróleo subieran sustancialmente y se mantuvieran en esos niveles durante un periodo prolongado. E incluso si esto ocurriera, parece bastante improbable que los bancos centrales respondieran con subidas de tipos, al menos inicialmente.

Consideremos el actual panorama económico mundial. El entorno actual es diferente del que existía durante la pandemia, cuando las interrupciones de suministro eran graves e incluso cualquier obstáculo de importancia limitada contenía el crecimiento y avivaba la inflación. La demanda de bienes se ha normalizado, China exporta deflación y los fabricantes de todo el mundo continúan trabajando con exceso de existencias. Esto explica en gran medida la ausencia de tensiones en la cadena de suministro, a pesar del fuerte aumento de los costes de transporte a principios de año, cuando los portacontenedores se vieron obligados a desviar su ruta alrededor del Cabo de Buena Esperanza (Gráfico 2). Y lo que es más importante, los bancos centrales han conseguido que las expectativas de inflación vuelvan a su tasa objetivo en la mayoría de las economías avanzadas.

Gráfico 2: las cadenas de suministro han resistido el año pasado


El mercado del petróleo tampoco está tan tenso como antes. Hasta ahora, la reciente subida de precios refleja una prima de riesgo geopolítico más que interrupciones reales de suministro. Antes de las últimas tensiones en Oriente Medio, los operadores preveían un exceso de petróleo en 2025, con precios por debajo de los 70 dólares por barril. Arabia Saudí ha abandonado su intención de impulsar los precios del petróleo de nuevo a 100 dólares por barril, prefiriendo en su lugar mantener su cuota de mercado.

Así pues, para que los precios del petróleo suban significativamente a unos 125 dólares y se mantengan altos (un precio más alto probablemente provocaría una destrucción de la demanda y, a la larga, una bajada de los precios), habría que mermar la capacidad de exportación de los países del Golfo. De hecho, la simple retirada de la producción de petróleo de Irán del mercado mundial no supondría un cambio sustancial, ya que representa en torno al 4% de la oferta mundial (Gráfico 3). Otros productores llenarían gustosamente su ausencia. La caída de la oferta global podría producirse si Israel atacara las instalaciones nucleares o de producción y exportación de petróleo iraníes. Irán respondería atacando los campos petrolíferos del Golfo o intentando cerrar el Estrecho de Ormuz, por el que circula el 30% del crudo transportado por mar.

Gráfico 3: Irán es un productor de petróleo relativamente pequeño


¿Hasta qué punto es probable esta escalada? En nuestra opinión, no lo es tanto. Recientes informes sugieren que el contraataque previsto contra Irán se limitará a objetivos militares. Incluso si Israel atacara los activos estratégicos de Irán, es poco probable que el régimen iraní responda, al menos inicialmente, atacando los campos petrolíferos de sus vecinos, teniendo en cuenta sus recientes esfuerzos por normalizar las relaciones diplomáticas. En su lugar, podría intentar interrumpir el tráfico de buques petroleros a través del Estrecho de Ormuz, aunque esto probablemente provocaría una respuesta militar estadounidense y nuevas sanciones. No tenemos claro si el régimen iraní está dispuesto a correr este riesgo.

Aun así, si se materializara ese escenario y los precios se disparasen hasta el entorno de 125 $/barril, la inflación general de las economías avanzadas podría aumentar 1,5 puntos porcentuales a corto plazo, lo que probablemente detendría los planes de recorte de tipos de los bancos centrales. Sin embargo, ¿Les obligaría esto a subir tipos? En nuestra opinión, no inicialmente. Para que los bancos centrales adopten una postura más agresiva, los precios del petróleo tendrían que mantenerse altos durante algún tiempo, lo que incrementaría las expectativas de inflación.

En resumen, es poco probable que las recientes perturbaciones negativas de la oferta tengan un impacto significativo a corto plazo sobre la economía global, que parece estar bien posicionada para absorberlas. No obstante, no deben pasarse por alto sus implicaciones más amplias. La creciente frecuencia de las perturbaciones de oferta se debe también a factores como el cambio climático, el aumento de los riesgos geopolíticos, el creciente proteccionismo y los cambios en los patrones de globalización. Los bancos centrales, por naturaleza, sólo pueden responder a estas perturbaciones en lugar de predecirlas. Esto, unido a un mercado laboral estructuralmente más tenso, sugiere que la era de la pospandemia puede ser más inflacionista y con una mayor volatilidad macroeconómica en comparación con las últimas décadas.

 

 

 

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