Alemania acude a las urnas el próximo 23 de febrero. El anticipo de los comicios fue inevitable tras el colapso de la anterior coalición entre SPD, Verdes y FDP durante el pasado mes de noviembre. El partido de democracia cristiana (CDU) parte como favorito en las encuestas y lo más probable es que presida el nuevo gobierno con Friedrich Merz como nuevo canciller. Sin embargo, todavía es posible que se produzcan sorpresas, ya que el espectro de partidos políticos está muy fragmentado y las posibles mayorías dependerán de que los partidos más pequeños consigan al menos el 5% de los votos, el obstáculo para entrar en el Parlamento. Está prácticamente descontado que un nuevo gobierno centrista no incluirá al partido de ultraderecha AfD (Alternativa para Alemania). Sin embargo, una cuestión crucial es si los partidos populistas de derecha e izquierda serán capaces de concentrar juntos votos suficientes como para bloquear cualquier cambio en la Constitución, para el que se requiere una mayoría de 2/3. De esto depende, por ejemplo, de la reforma del freno de la deuda. Además de SPD y Verdes, la CDU también ha indicado que estaría dispuesta a avanzar en esta proposición.
El domingo 9 de febrero por la noche, 12 millones de telespectadores, es decir, el 41% de todos los telespectadores de Alemania, siguieron el debate televisivo entre el Canciller Olaf Scholz y su contendiente y más probable sucesor Friedrich Merz, jefe de los democristianos (CDU) y candidato de la CDU/CSU (el partido bávaro hermano de la CDU). Es difícil nombrar un claro vencedor, ya que ambos obtuvieron mejores resultados de lo esperado. Al comienzo del debate, el ambiente estaba un poco caldeado (para los estándares alemanes) ya que 10 días antes, Merz había intentado impulsar nuevas leyes para restringir la inmigración ilegal apoyándose en los votos de la ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania). Subrayó que eso distaba mucho de cooperar o coordinarse con ellos, algo que todos los partidos centristas han descartado. Confiar pasivamente en su consentimiento no dejaba de ser una novedad y un intento muy torpe de asegurarse una mayoría. Al final, incluso fracasó, ya que algunos miembros de su propio partido no le siguieron. A pesar de este episodio, está claro que Alemania sigue estando en una situación diferente a la de otros países, como Bélgica u Holanda, donde los partidos de extrema derecha llegaron al gobierno. De hecho, existen otras opciones políticas suficientes para formar gobierno. Sin embargo, está claro que un nuevo ejecutivo tendrá que abordar varios temas cruciales para evitar un mayor auge de los partidos populistas. Desde las últimas elecciones, el apoyo a la AfD prácticamente se ha duplicado (Gráficos 1 y 2).
Gráfico 1: Escaños en el actual Bundestag
Gráfico 2: Evolución de las encuestas desde 2017
Cómo controlar la inmigración es sólo uno de los debates de mayor relevancia en estas elecciones. La gestión del cambio demográfico plantea otro reto. La cuestión demográfica está ejerciendo una presión a la baja sobre el potencial de crecimiento de Alemania, afectando así a su capacidad para sostener su modelo social, abordar el deterioro de sus infraestructuras públicas y financiar la transición ecológica. Lo mismo ocurre con el apoyo a Ucrania, al tiempo que se incrementa el presupuesto de defensa del propio país, aunque exista un amplio consenso en Alemania para hacer ambas cosas. Reformar el freno de la deuda, autoimpuesto e innecesariamente estricto, proporcionaría más margen de maniobra fiscal. De hecho, esta fue la cuestión que acabó provocando el colapso del último gobierno. Mientras que los socialdemócratas (SPD) del canciller Olaf Scholz y los Verdes con el vicecanciller Robert Habeck apoyaban una reforma, los liberales (FDP), el partido del ministro de Finanzas, no lo hacían. La relación entre Verdes y FDP se ha vuelto tan tóxica que es difícil imaginar una nueva coalición que incluya a ambos partidos. Friedrich Merz indicó recientemente la posibilidad de reformar del freno de la deuda. Esto por sí solo debería ser motivo suficiente para ser más optimistas en cuanto a que la política fiscal en Alemania podría relajarse y abordar, al menos en parte, sus problemas por el lado de la demanda.
En los últimos meses, la CDU/CSU ha liderado las encuestas con cerca del 30% de los votos (Gráficos 2 y 3). Es difícil imaginar una nueva coalición de gobierno que no los incluya. De hecho, ningún partido quiere formar gobierno con el segundo clasificado, AfD, que probablemente obtendría en torno al 22% de los votos. Una coalición renovada de SPD, FDP y Verdes, que formó el último gobierno, podría quedar descartada por tres razones: (i) probablemente no obtendrán suficientes escaños para formar una mayoría en el parlamento, (ii) FDP y Verdes no quieren gobernar juntos tras la experiencia del último gobierno, y (iii) es probable que el FDP no consiga el 5% de los votos, que es el obstáculo para entrar en el nuevo parlamento. Este obstáculo también será un reto para La Izquierda y BSW, una escisión de La Izquierda, dirigida por Sahra Wagenknecht. La incertidumbre sobre qué partidos entrarán en el nuevo parlamento explica por qué es imposible en este momento decir claramente cuáles son las opciones para formar gobierno. Consideramos que una coalición entre la CDU CSU con el SPD o entre CDU/ CSU, SPD y Verdes son las dos opciones más probables y con las mismas posibilidades (Gráfico 4). En ambos casos, Friedrich Merz sería, con toda probabilidad, el próximo canciller alemán.
Gráfico 3: Última encuesta INSA
Gráfico 4: Posibles coaliciones de gobierno
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