Actualmente, el entorno geopolítico es más complejo, impredecible y peligroso que en las últimas décadas. Este contexto estructural cada vez más caótico generará, con casi total seguridad, una variedad de riesgos y oportunidades a lo largo de 2025, especialmente a medida que la nueva Administración estadounidense implemente sus propias políticas frente a los retos geopolíticos que existen a nivel mundial.
A continuación, expongo brevemente las principales variables que estoy siguiendo este año, así como lo que, en mi opinión, implica este momento geopolítico único para los entornos macroeconómicos, políticos y de inversión en general.
La rivalidad entre EE. UU. y China plantea grandes interrogantes
Un componente clave de mis perspectivas estructurales para este año es la rivalidad entre las grandes potencias, EE. UU. y China, un factor que marcará la estabilidad geopolítica en 2025. En los próximos años, esta competencia provocará que los mercados se enfrenten a una pregunta crucial: ¿podrán estas dos potencias mundiales coexistir pacíficamente sin caer en un conflicto de proporciones catastróficas?
La guerra entre EE. UU. y China no forma parte por el momento de mi hipótesis base. Sin embargo, ambos bandos se están preparando activamente para este escenario, y sería una imprudencia ignorar este posible desenlace, poco probable, pero de gran impacto, dada la tensión geopolítica existente, un entorno más desestabilizado, las crecientes divisiones ideológicas y los objetivos geoestratégicos contrapuestos. Por lo tanto, los inversores más prudentes podrían considerar la posibilidad de planificar escenarios relacionados con la exposición de las carteras individuales, los riesgos macroeconómicos y de mercado específicos, y una variedad de impactos diferenciados de segundo y tercer orden derivados de lo que sin duda sería un evento sísmico.
Como parte de esta creciente rivalidad entre grandes potencias, considero que este año el orden mundial seguirá fragmentándose en un marco «multilateral» cada vez más inestable. Se trata de un marco más fragmentado, menos cooperativo, más transaccional y estructuralmente más propenso a conflictos políticos, comerciales, diplomáticos y, sobre todo, militares. En este punto, no hay que olvidar que hoy existen 59 «conflictos militares activos» en todo el mundo, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial.
En Estados Unidos, la inestabilidad política interna y el nivel históricamente alto de polarización podrían agravar el contexto geopolítico global este año, añadiendo nuevas restricciones e incertidumbres políticas a este panorama estructural.
El cambio climático aviva las llamas geopolíticas
Otro elemento clave de mis perspectivas estructurales es el cambio climático, que añade más tensión a este escenario geopolítico ya inestable. Este fenómeno será especialmente notorio en las regiones ecuatoriales y tropicales, donde el impacto del clima está golpeando con más fuerza y donde se concentran la mayoría de los principales retos geopolíticos. Entre estas regiones se encuentran el Sahel africano (donde ya se observa un aumento de la amenaza terrorista), todo Oriente Próximo, Irán y Afganistán, las fronteras de la India con Pakistán y China, el Mar del Sur de China y Taiwán, y amplias zonas de América Central y del Sur.
A escala global, los estrategas militares se preparan para nuevas guerras por los recursos, problemas de escasez de alimentos y agua, una escalada de la migración climática, el aumento del extremismo político, más Estados fallidos y una mayor probabilidad de pandemias y otras cuestiones relacionadas con la salud, todo ello intensificado por el cambio climático. Por tanto, un menor enfoque climático por parte de la Administración Trump probablemente aumentará el riesgo de deterioro de la seguridad nacional.
Seguridad nacional en detrimento de la eficiencia económica
Una parte importante de mis perspectivas políticas, muy correlacionada con mi visión estructural, es la creciente atención que previsiblemente se prestará a la seguridad nacional, a menudo a expensas de la eficiencia económica, la inflación y el crecimiento. Si bien en épocas anteriores estas eran las prioridades políticas predominantes, es probable que este entorno geopolítico incierto y peligroso obligue a los responsables políticos mundiales a cambiar de enfoque en el futuro.
Esta postura más enérgica en materia de seguridad nacional requerirá niveles más elevados y sostenidos de gasto en defensa, a medida que los países de todo el mundo respondan a los mayores riesgos geopolíticos y a la pérdida de confianza en la protección de Estados Unidos.
En este sentido, es probable que aumente la «protección y promoción» de sectores estratégicos fundamentales para la competencia entre grandes potencias, como el sector espacial/aeroespacial, los minerales esenciales, la biotecnología, la automatización/robótica y la inteligencia artificial. Entre ellos, la IA y sus componentes asociados destacan sin duda, dado el impacto de esta tecnología emergente en la seguridad nacional. Asimismo, es previsible que se acelere la imposición de aranceles y otras medidas comerciales en este contexto de seguridad nacional, tanto en Estados Unidos como en otros países.
Trump 2.0 y un enfoque «transaccional» de la política exterior
Otro aspecto clave de mi perspectiva política es el previsible giro en la política exterior bajo una segunda Administración Trump. A partir de ahora, es probable que EE. UU. adopte un enfoque más «transaccional» en política exterior y comercial, reduciendo su dependencia de marcos e instituciones multilaterales. Ambas políticas estarán cada vez más interrelacionadas, ya que la nueva Administración buscará aprovechar la ventaja económica de EE. UU. con fines geoestratégicos y en el ámbito interno.
Es previsible que esta estrategia no se limite a China, sino que también se aplique bilateralmente a aliados en Europa, Norteamérica y Asia. Una vez implementada, cabe esperar respuestas acordes por parte de los gobiernos afectados.
En este nuevo marco, en el que predomina un enfoque transaccional y un mayor uso del apalancamiento comercial, también cabría esperar que la Administración Trump intentara «llegar a un acuerdo» con China más adelante en 2025. Este escenario sería viable dada la voluntad de ambas partes de reducir tensiones y abordar problemas económicos internos de carácter estructural. Si bien, dado mi sesgo hacia la seguridad nacional y la naturaleza estructural y de largo plazo de la competencia geopolítica (especialmente en alta tecnología) entre EE. UU. y China, no lo considero mi hipótesis base, tampoco debemos descartar este resultado más favorable para los mercados.
Estos cambios políticos tendrán repercusiones económicas. Es posible que persista una inflación estructuralmente más alta y un crecimiento global más débil en comparación con la era «goldilocks» de la globalización. Esto sería consecuencia del mayor uso de aranceles, la adopción de nuevas medidas comerciales y la disrupción y sustitución de cadenas de suministro a lo largo de varios años.
Riesgos geopolíticos evidentes y menos evidentes
Hay varias regiones que sigo de cerca como parte de mi análisis geopolítico:
- Ucrania/Rusia: Observamos una creciente presión para negociar un alto el fuego en 2025, con esfuerzos constantes de la Administración Trump para mediar en un acuerdo. La evolución en el campo de batalla seguirá siendo la variable clave que determine el ritmo y la seriedad de estas negociaciones. Mi hipótesis principal es que el conflicto continuará durante gran parte de 2025, con un aumento del riesgo para la población y las infraestructuras civiles en Ucrania, así como algunos riesgos adicionales para las tropas rusas y otros activos militares.
- Oriente Medio: La caída del régimen de Assad marca un punto de inflexión en la dinámica de seguridad regional, al debilitar la influencia iraní (y rusa) en la región y eliminar otro obstáculo a la intensa actividad militar israelí. Por ello, preveo nuevos conflictos militares en múltiples frentes, especialmente si la Administración Trump adopta una postura más dura con Teherán (mi hipótesis base), lo que, aunque poco probable, podría desencadenar un conflicto regional de gran envergadura. Mi mayor interrogante es si Israel aprovechará la debilitada posición estratégica de Irán para atacar su programa de armas nucleares. Esta sigue siendo mi (débil) hipótesis base.
- Taiwán: El incremento de la actividad militar china en torno a Taiwán es una gran preocupación para los responsables de seguridad nacional de EE. UU., ya que aumenta la probabilidad de un conflicto accidental y, al mismo tiempo, permite a las fuerzas chinas ensayar escenarios de embargo e invasión. Es probable que EE. UU. mantenga su estrategia de disuasión del «puercoespín», y el presidente Trump ha designado a destacados partidarios de una postura más agresiva frente a China en puestos clave de su gabinete. Dicho esto, el enfoque transaccional de Trump en política exterior convierte a Taiwán en una posible moneda de cambio, lo que añade incertidumbre al panorama.
- Corea del Norte: La postura militar más agresiva de Corea del Norte en la península coreana, junto con la inestabilidad política interna en Corea del Sur y, sobre todo, el «pacto de defensa mutua» de Corea del Norte con Rusia (que incluye actividad militar en Ucrania), anticipan mayores fricciones geopolíticas a lo largo del año.
Además de estos riesgos, hay otros menos visibles pero igualmente significativos. Por un lado, la caída del régimen de Assad en Siria a manos de Hayat Tahrir al-Sham, un grupo designado como terrorista por EE. UU., plantea nuevos interrogantes sobre la expansión del yihadismo político y el aumento del riesgo de atentados terroristas en Oriente Medio y más allá. Los responsables de seguridad nacional de EE. UU. ya habían advertido sobre el incremento de estos riesgos incluso antes de estos últimos y dramáticos acontecimientos. Por otro lado, los ciberataques y otras formas de sabotaje contra infraestructuras críticas en EE. UU. y otros países occidentales siguen representando una amenaza silenciosa y una prioridad para los responsables políticos.
En definitiva, un entorno geopolítico más volátil y conflictivo, en un escenario global cada vez más fragmentado, aumenta la probabilidad de que surjan nuevas «sorpresas» geopolíticas. En términos generales, debemos prepararnos para un abanico más amplio de posibles desenlaces, tanto positivos como negativos.
¿Cómo afecta todo esto al entorno de inversión?
Un contexto geopolítico inestable debería generar oportunidades estructurales y a largo plazo en diversas áreas vinculadas a la seguridad nacional, entre ellas:
- Defensa tradicional, a medida que los países de todo el mundo aumentan su gasto en defensa y reponen los arsenales agotados por los conflictos en Ucrania y Oriente Medio.
- Innovación en defensa, impulsada por el desarrollo de tecnologías de doble uso, con aplicaciones tanto civiles como militares, que están redefiniendo las estrategias en el Pentágono, el Ejército Popular de Liberación de China, las fuerzas de la OTAN y otros ejércitos en todo el mundo.
- Descarbonización, debido a la relevancia estratégica de la energía y, en particular, a la resiliencia climática, considerando que es poco probable que la política climática tenga prioridad en un segundo mandato de Trump.
El aumento de las tensiones geopolíticas y políticas a lo largo de 2025 también generará una mayor diferenciación en los mercados, lo que brindará oportunidades constantes para identificar ganadores y perdedores a nivel regional, nacional, sectorial, empresarial y en distintas clases de activos, tanto en mercados públicos como privados.
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